DE LA SORPRESA A LA ACCIÓN
Adultos con valor en la vida de los menores de hoy
De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, “el adulto se define como ‘aquel individuo que ha completado su desarrollo físico y psíquico’.” En otras palabras, es aquella etapa que vive el ser humano una vez termina su adolescencia, justo antes de empezar la tan temida vejez y que se caracteriza por el mayor crecimiento en grado de perfección cultivado y experimentado. Pues bien, estoy bastante desconcertada con aquellos seres humanos que han llegado a la adultez y que por consiguiente han alcanzado plenamente ‘su desarrollo físico y psíquico’; les diré por qué.
Estuve, hace poco, en el almuerzo de cumpleaños de un amigo de años atrás. Que alegría, fue volver a ver a aquellas personas que hace tiempo no veía y con las que comparto no sólo mis recuerdos sino también mis convicciones, valores y creencias. Imagínense cuál fue mi asombro cuando, una vieja amiga, nos comparte con acento de extrañeza que en el colegio de sus hijas están promoviendo la masturbación, como algo beneficioso para niñas de 13 años, al igual que lecturas contrarias a los fundamentos y valores del colegio, de las familias y de lo que favorecería el desarrollo sano de un menor. Pero más grande aún fue mi indignación cuando me comenta que sólo una mamá ha sido capaz de levantar su voz de protesta ante dicha situación. Sólo una!!! Las demás, como mi amiga, se han dado el lujo de sorprenderse… y de quedarse así, sorprendidas.
La sorpresa, mis queridos adultos, está bien para los niños, cuando abren sus regalos de navidad, o para nuestras propias hijas, ante su primer beso de amor, pero no para nosotros. Al menos no como una actitud, no como un estado, no como una forma de enfrentar la vida, no como una forma de transmitir valores y coherencia. La sorpresa indiferente y pasiva, la sorpresa que no tiene reacción, la sorpresa que no lleva a proteger a un menor, a un hijo, no es una actitud ni un comportamiento propio de nuestra edad….adulta.
En su desarrollo psíquico, un adulto a diferencia de un adolescente, ha alcanzado la madurez total de la corteza cerebral, del lóbulo prefrontal, el cual nos ayuda a desarrollar las funciones ejecutivas, funciones que nos permiten dirigir nuestra conducta hacia un fin y comprenden la atención, planificación y orientación de nuestros actos. Actos que deben ser faro para una juventud que busca guía, que iluminen derroteros que engrandezcan y que sean forjadores de bien y de esperanza. El adulto es aquella persona capaz de tomar en libertad decisiones responsables que le permitan construir su vida y orientar sanamente la de un menor.
El adulto de este siglo no sólo debe tener conocimientos académicos y haber alcanzado grandes logros laborales y sociales, sino también decidir con postura clara y firme sustentada NO en los planteamientos ideologizados de unas minorías u organismos internacionales que sólo buscan su propio bien, sino en valores íntegros y duraderos que busquen el bien común y que le ayuden a dar respuesta al momento que le toca vivir; y actuar con responsabilidad, respeto y coherencia frente a lo que enseña y transmite a los menores.
Los adultos debemos ser conscientes de que somos los que construimos las estructuras y las estrategias afectivas, sociales y comportamentales que llevan la vida de un menor al éxito o al fracaso. No olvidemos que cada vez que enseñamos y formamos a un menor en el bien es al mismo tiempo un bien que se entrega a nuestra sociedad. Un adulto íntegro tiene claridad en su pensar y en su sentir, para así discernir entre lo bueno y lo malo. Busca guiar a los jóvenes por el camino de la verdad, la verdadera libertad y de la alegría. Vive en la excelencia, para formar la mente de un niño que está descubriendo el mundo. Conoce a sus pequeños para respetar las etapas de su desarrollo, llevándolos a óptimos niveles de maduración, para ayudarlos a crecer sin jugar con su inocencia y su pureza. Los entiende con mente de niño para ayudarlos a caminar con la mirada del adulto. Debe ser, en definitiva, quien le ayude a construir sus sueños, paso a paso, de manera certera y definitiva.
El adulto debe ser el héroe de todo pequeño a quien él mire con admiración y confianza, a quien busque en sus momentos de angustia y desolación. Debe ser quien le enseñe a valorarse y respetarse, al igual que a valorar y respetar a sus pares. Debe mostrarle la belleza, y el reto de que el mundo se puede regir con principios honestos, justos y claros… no con la cobardía y la pasividad de la sorpresa.
Construyamos familias sanas, estables, equilibradas y armoniosas que son la mejor solución a los desafíos que enfrentamos y una muestra clara de nuestra buena actuación como adultos. Trabajemos por ellas para cumplir nuestra misión de vida y así caminar el sendero al que estamos llamados, el de la Felicidad. Estos ideales parecieran inalcanzables pero se pueden materializar con el esfuerzo generoso que hacemos los padres y educadores diariamente.
Aceptemos la invitación que nos hace la vida a vivir como adultos que dan respuesta, que dan pleno sentido de realización a su existencia y que tienen en sus manos el destino de un niño. Sólo así ellos podrán mirarnos con respeto y caminarán seguros para llegar a ser los adultos del mañana que busquen construir una patria y un mundo mejor.