¡Cuidado! Llega la HIPERPATERNIDAD

29 marzo, 2016

 

No es difícil constatar a nuestro al rededor, cómo ha cambiado la crianza y cómo el resultado de este cambio, salta a la vista. Pequeños tiranos que imponen sus caprichos sobre los demás, sin tener consideración por el otro, jóvenes incapaces de asumir responsabilidades, pues sus padres siempre los defendieron de las rectas correcciones de sus profesores. Una juventud llena de derechos adquiridos gratuitamente, sin deberes ni responsabilidades. ¿Qué podemos esperar?

Niños y jóvenes incapaces de afrontar derrotas, tristezas, ni caídas, inhabilitados por sus propios padres, para enfrentar la vida.

Fuente: lavozdegalicia.es

Los expertos alertan: los niños de hoy son víctimas de una nueva epidemia de sobreprotección que les impide ser autónomos y les hace frágiles.

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Si usted carga con la mochila de sus hijos en cuanto salen del colegio, ¡cuidado!, podría entrar dentro de una nueva categoría: los hiperpadres, temidos por maestros y pedagogos, que organizan hasta el último detalle de las vidas de sus hijos y no les dan opciones para valerse por sí mismos.

Pero además del pequeño detalle de la mochila, ¿cómo reconocer si formamos parte de ese grupo?

La periodista Eva Millet lo define perfectamente en su último libro: los hiperpadres hablan en plural cuando se refieren a las cosas de sus hijos (“hoy tenemos examen de matemáticas”), están obsesionados con que reciban la mejor educación (a poder ser, precozmente) en el mejor colegio o universidad, discuten constantemente las posiciones de maestros y entrenadores, planean numerosas actividades extraescolares y sin embargo, no permiten que sus hijos participen en las tareas de la casa, ni asuman obligaciones básicas como hacer la cama o poner la mesa.

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PADRES MAYORDOMOS

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Son padres que ejercen de choferes, entrenadores, guardaespaldas, profesores particulares y mayordomos… en resumen: estresados, que acaban criando hijos agobiados que crecen incapacitados por exceso de protección. Las causas, según explica el experto Carl Honoré en el libro, pueden buscarse en la “tormenta perfecta en la que intervienen la globalización y un aumento de competencia que, unidos a la inseguridad cada vez mayor en los lugares de trabajo, nos han hecho más ansiosos respecto a preparar a nuestros hijos para la vida adulta”. En resumen: “hoy queremos dientes perfectos, un cuerpo perfecto, las vacaciones perfectas, y la casa perfecta, y obviamente, los niños perfectos, para completar el cuadro”.

A esto, hay que sumar el estrés del estilo de vida que nos han impuesto, que transmitimos a nuestros hijos con ese omnipresente “¡corre!” que nos persigue sin descanso y hace que, como explica la pedagoga Cristina Gutiérrez Lestón, “toda esta falta de tiempo y de espacio para “ser”, genere una serie de carencias emocionales en muchos niños y niñas, que no saben desenvolverse en un grupo de personas. Se sienten débiles y con un montón de miedos”.

La conclusión, aseguran, es preocupante: tal vez estemos criando la generación, más frágil e insegura de la historia”, lo que para Gregorio Luri, filósofo y pedagogo, debería hacernos pensar que, ante todo, los niños necesitan unos padres relajados. “Es un derecho de la infancia”, asegura.

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¿POR DÓNDE EMPIEZO?

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A pesar de la alarma, el panorama tiene solución. El camino a seguir se llama UNDERPARENTING, o en otras palabras, hacerles menos caso a los hijos.

¿Y cómo se hace eso? La experta propone en el libro algunas claves para poder empezar, que comienzan otra vez, con la mochila. “Usted no ha de cargar sistemáticamente sus cosas. Parece una nimiedad, pero que carguen ellos con su mochila es una forma efectiva de educar la responsabilidad”.

También sugiere que no se les permita a los niños interrumpir las conversaciones, y que no les preguntemos sistemáticamente todo (desde qué quiere comer, hasta qué medicamento prefiere para bajar la fiebre). La línea a seguir se define como “sana desatención”, sin anticipar todo tipo de contratiempos ni pasarse el día alrededor de los niños para intervenir al mínimo cambio. En la lista de recomendaciones se incluyen otras muy curiosas y concretas, como la de no hablar en plural o no pasarse el día colgando fotos de los hijos en las redes sociales. Esta avalancha no sólo está consiguiendo matar la espontaneidad infantil, sino también crear pequeños narcisos”.

Otro aspecto importante es el de la educación. Aquí la experta es clara: “la educación no consiste solamente en adquirir títulos (). Que su hijo/a sea capaz de dar las gracias y de encarar una frustración, es también parte fundamental de su formación”.

Es importante, además, no interferir demasiado en las decisiones del colegio e intentar que el niño aprenda a asumir sus propios errores.

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RELÁJENSE, SIN MIEDO

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Pero ¿qué es lo que nos impide soltar a nuestros hijos de la mano? ¿por qué los sobreprotegemos hasta rozar muchas veces el ridículo? Pues algo tan humano como EL MIEDO. “Miedo a equivocarnos -explica la autora-. A decirles ”no”. A traumatizarlos. A no darles todo lo que consideramos que se merecen. A no conseguir que sean felices. A que sufran. Incluso a no conseguir esos hijos perfectos que parece que hoy todos hemos de tener”. La receta para superarlo es relajarse, y disfrutar de ser padres, para que también ellos disfruten de ser hijos. “Mi consejo es que sean afectuosos con sus hijos, que estén con ellos cuando lo necesiten, pero no encima de ellos todo el día. Que no se pongan nerviosos porque el hijo del vecino esté aprendiendo chino y, según sus padres, sea una criatura rayada de perfección”. Hay que decir “no”, exigirles que colaboren y también “decirles que les queremos, pero que ello no equivale a que tengan una serie de derechos adquiridos, ni sobre ustedes, ni sobre el resto del mundo”.

No es difícil constatar a nuestro al rededor, cómo ha cambiado la crianza y cómo el resultado de este cambio, salta a la vista. Pequeños tiranos que imponen sus caprichos sobre los demás, sin tener consideración por el otro, jóvenes incapaces de asumir responsabilidades, pues sus padres siempre los defendieron de las rectas correcciones de sus profesores. Una juventud llena de derechos adquiridos gratuitamente, sin deberes ni responsabilidades. ¿Qué podemos esperar?

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