Cómo educar a nuestros hijos en el pensamiento crítico

10 septiembre, 2019
FUENTE: GESTIONANDO HIJOS

Los elementos básicos del pensamiento crítico

Comienza José Carlos con dos elementos básicos para trabajar el pensamiento crítico, que a él, dice, le han resultado muy útiles en la educación de sus hijos:

  1. La atención: “Javier Gomá, filósofo español, dice que somos seres atencionales, y utiliza la expresión ‘Prestar atención’”. José Carlos se dirige al público diciendo que cuando le prestan su atención, “me estáis haciendo un préstamo, y me prestáis uno de los elementos más importantes, que es la atención que tenéis. Y se supone que después yo os la tendré que devolver porque es un préstamo, y cuando os la devuelva, probablemente muchos os la querréis llevar con intereses, porque para eso prestáis atención”. Y continúa explicando este concepto: “Yo te presto mi atención a cambio de que cuando me la devuelvas, me lleve un enriquecimiento. ¿Qué hacemos en casa cuando le pedimos a nuestros hijos que nos presten atención? Generalmente utilizamos la atención para el reproche, el mandato y cuando se la devolvemos, se van con una atención más empobrecida de la que te dieron. Cuando le pidáis a vuestros hijos que os presten atención os aconsejo que se la devolváis enriquecida, desde el minuto uno. Ellos os están prestando el elemento más importante que tienen, su atención, y vosotros la estáis utilizando para el reproche o el mandato. ‘Has hecho esto, y esto mal… Ahora, vete’. No le dejas un razonamiento”.
  2. El tiempo. Dice José Carlos al público que “nos estáis haciendo un préstamo y, después, un regalo. El tiempo se regala, no se presta, porque no se puede devolver. El principal consejo que os doy en el pensamiento crítico cuando vayamos a trabajar con el tiempo es que tengáis paciencia a la hora de educar en el pensamiento crítico a vuestros hijos porque el tiempo se tiene que ver como una inversión, y la inversión es a largo plazo”.

¿Cómo hemos aprendido a pensar?

De ahí, el filósofo hace la siguiente pregunta: “¿Cómo hemos aprendido a pensar?”. Y señala que él ha descubierto dos procesos: el proceso de imitación y el proceso de seguimiento.

  • Proceso de imitación. “Muchas veces queremos que nuestros hijos sean imitadores de nuestro modo de ser”, y subraya José Carlos que como padre o madre sientes cierto orgullo de que tu hijo te imite. “El error principal que cometemos es pensar que ellos tienen que pensar como nosotros, que te digan lo mismo que tú tienes como idea. Es un proceso de empobrecimiento”, puntualiza. “Los adultos estamos obsesionados con que nuestros hijos compartan nuestros hobbies”, dice, al tiempo que pone el siguiente ejemplo: “A mí me gusta la bicicleta y quiero que mi hijo monte en bicicleta conmigo. Pero cuando a tu hijo le gusta jugar al Fornite, tú no quieres jugar al Fornite con él, tú no quieres compartir su hobby con él, ahora sí estás obsesionado con que te imite a ti”, señala.
  • Proceso de seguidores. “Es más interesante. Un seguidor es aquel que decide seguirte, y decide seguirte porque tú vas abriendo un camino donde él va a ir a su ritmo y a su distancia. Él decide seguirte por voluntad propia”.

Nosotros, como padres, tenemos que abrir el camino, y para abrir el camino tendréis que saber hacia dónde vais como padres a nivel de análisis crítico.

José Carlos Ruiz continúa su ponencia hablando de cómo él descubrió de dónde viene su proceso de pensamiento. Y enseña una foto de sus padres. Empieza hablando de su padre, diciendo que es un hombre sabio porque siempre ha tenido una ideología de fondo y todo lo que iba haciendo en la vida se acercaba a la ideología, intentaba que sus actos coincidieran con su manera de pensar. Además, cuenta que siempre intentaba que él y sus hermanos focalizaran su potencia crítica en el otro. “Es necesario que nuestros hijos entren a pensar en las circunstancias de los que les rodean, porque si no el ego se los devorará poco a poco”, añade el experto.

Luego habla de su madre. Dice que ella es una mujer inteligente, en el sentido que tiene un ojo en el presente y otro puesto en el futuro. Cuenta que siempre, cuando había un problema, su máxima era solucionarlo, solucionar el problema del presente, pero también prever cualquier problema que pudiera llegar en el futuro. Como ejemplo, cuenta cuando él le dijo a su madre que quería hacer Filosofía. “A ella se le vino el mundo encima. Me dio libertad para hacer esa carrera, pero me dijo: ‘Te voy a limitar la opcionalidad’ (algo que ahora no hacemos con nuestros hijos porque les dejamos que elijan entre mucho). Me dijo: ‘Vas a hacer Filosofía, pero en el sitio que yo te diga y con quien yo diga’. Me dijo que lo iba a estudiar en una residencia de los Padres Salesianos, porque con la Filosofía iba a ir al paro y los Salesianos tenían muchos colegios, y que después me iban a contratar”, dice José Carlos arrancando las risas del público.

Continúa contando la anécdota: “Es verdad. El último examen lo hice un junio y el 30 de junio me llamaron los Salesianos de Córdoba diciendo que necesitaban un profesor de Filosofía. Esa mezcla de sabiduría (de su padre) e inteligencia (de su madre) ha ido configurando el pensamiento crítico mío y de mis hermanos”.

El proceso de imitación: El pastel de bizcocho deshidratado

En la última parte de la conferencia, José Carlos pone un ejemplo para enseñar lo que sucede cuando uno intenta convertir a su hijo en un imitador. Cuenta la historia del pastel de bizcocho deshidratado, que por primera vez se pone en venta en 1930 en Estados Unidos. Después de la crisis de 1929, un año después, a la empresa DUFF’S se le ocurre lanzar este producto enlatado, con todos los ingredientes deshidratados, para que el ama de casa solo tuviera que echar agua y batirlo. Años después no conseguían vender y no entendían por qué. En un momento decidieron encuestar a las amas de casa para saber por qué no les gustaba este producto. Ellas dijeron que no era por el sabor, ni el olor ni nada, era porque no sentían que fueran ellas las que estaban haciendo el bizcocho, entonces cuando decían “He hecho un bizcocho”, sentían que era mentira porque solo habían añadido agua y lo habían batido. No le veían mérito a su trabajo.

Lo siguiente que hizo la marca fue sacar los huevos del producto, de la lata. Entonces en la publicidad se veía que ahora tú echabas los huevos. Empezaron a triunfar y a vender un montón.

“Cuando tú haces esto en casa, cuando intentas que tus hijos piensen, tenemos la tendencia de darles el primer pastel, con todo hecho, es decir, ‘las cosas son así, estos son los amigos buenos, estas son las actividades extraescolares que tienes que hacer’. No dejas que ellos aporten nada en la creación de su identidad, no dejas que ellos se sientan orgullosos de añadir ideas en ninguna de las cuestiones porque tú, como padre o como madre, has cerrado el camino y se lo has dado todo hecho. Al final, te cocinarán lo que tú le estás pidiendo, o bien por agradarte o bien por no escucharte, pero realmente no estás sembrando esa identidad tan necesaria”, explica José Carlos.

Para finalizar, Ruiz habla del mito de Narciso y el problema de la identidad. En una de las versiones del mito de Narciso, dice que este se queda tan enamorado de su imagen, que se abraza a ella y se ahoga. “Lo que estamos experimentando en el siglo XXI es que le falta análisis crítico visual a nuestros hijos. La potencia de la imagen es tan grande a través de la pantalla, que están empezando a crearse un yo virtual que está alcanzando la misma cuota de potencia que el yo real para ellos”, señala.

“Ellos en Instagram van a empezar a trabajar una virtualidad de su imagen de la que terminarán enamorándose si no les educamos en el pensamiento crítico visual. Terminarán trabajando horas y horas la fotografía que van a subir y, os lo digo yo que trabajo con adolescentes, terminarán buscando esa imagen perfecta para que cuando la suban se sientan orgullosos de su identidad virtual, pero cuando apaguen la pantalla y se miren al espejo, su autoestima bajará a un nivel insospechado”, alerta el profesor de Filosofía.

Encima, señala, “el juego del lenguaje en las redes es demasiado seductor. Ellos hablan de ‘compartir un momento’. Mis alumnos me dicen: ‘Yo comparto mi vida en Facebook’, y yo les digo que eso no es compartir. Compartir significa que tú y yo nos estamos comiendo una tarta juntos, que estamos en París juntos, pero cuando tú subes una foto en París no la estás compartiendo conmigo, estás exhibiéndote. Es un exhibicionismo”.

Con este último apunte de la diferencia entre compartir con exhibir una imagen en redes sociales, José Carlos Ruiz concluyó esta magnífica ponencia.

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