Condenado un padre que llamó «ella» a su hija trans de 14 años inyectada sin su consentimiento
FUENTE: RELIGIÓN EN LIBERTAD
El pasado 27 de febrero, el Tribunal Supremo de la Columbia Británica (Canadá) ordenó que la pequeña Maxine, de 14 años (nombre ficticio por orden judicial), quien había sido animada por la orientadora del colegio a identificarse como un chico, recibiese su primera inyección de testosterona para darle apariencia masculina. La decisión de iniciar el tratamiento la tomaron los médicos del British Columbia Children Hospital, en Vancouver, cuando la pequeña solo tenía 13 años.
Los padres de la niña eran contrarios a esta intervención, aunque al final la madre terminó cediendo. Sin embargo, Clark, su padre (nombre ficticio), quería dilatarla hasta que fuese un poco mayor, sobre todo porque sospecha que las dificultades psicológicas que se han considerado consecuencia de su disforia de género podrían ser en realidad su causa.
La juez determinó, sin embargo, no solo que la niña tenía capacidad para consentir en el «tratamiento médico de la disforia de género» independientemente de la opinión de sus padres, sino que «cualquier intento de convencerla de que abandone el tratamiento, o el hecho de dirigirse a ella por el nombre que recibió al nacer [ahora quiere ser llamada como chico], o como si fuese una chica, o referirse a ella con el pronombre ‘ella’, se consideraría violencia familiar al amparo del artículo 38 de la Ley de Familia«, artículo que sanciona el abuso psicológico o emocional.
Dicho y hecho. Clark, en declaraciones a The Federalist, dijo que trataría a su hija como una niña «porque es una niña, y su ADN no cambiará por muchos experimentos que hagan con ella«. Y a mediados de abril, según informa Jeremiah Keenan en dicho medio, la juez Francesca Marzari le ha condenado por «violencia familiar» por «usar expresiones de rechazo a su identidad de género» y dirigirse a ella como chica en el ámbito doméstico. Además dictó una «orden de alejamiento» del padre respecto a los medios de comunicación para que no pueda hablar del caso, y le prohibió hacer nada que pueda intentar cuestionar su decisión, como un vídeo que le puso en casa a mediados de marzo que la juez considera «un intento de convencerla de abandonar el tratamiento, y por tanto violencia familiar».
«El gobierno me ha quitado mis derechos como padre«, lamentaba Clark: «Están utilizando a Maxine como cobaya en un experimento… ¿Acaso estará ahí el hospital dentro de cinco años cuando ella rechace su identidad masculina? No, no estarán. Ni les importa. Solo buscan número».
El padre de la niña se refería así al hecho de que un porcentaje que, según los estudios, oscila entre el 50% y el 88% de las niñas con disforia de género aceptan al final de la adolescencia su sexo biológico, por lo cual iniciar con ellas un tratamiento de bloqueamiento de la pubertad puede causarles graves males posteriores. De hecho, recientemente The Times informaba de la dimisión, a lo largo de tres años, de 18 médicos de un centro de «reasignación de género» ante las presiones para iniciar tratamientos de bloqueamiento hormonal en niños y niñas con disforia de género insuficientemente estudiada. (Pincha aquí para conocer la perturbadora historia del Instituto Tavistock denunciado por estas prácticas.)