Cruda realidad / Incesto, pedofilia y lo que se tercie
FUENTE: ACTUALL.COM *
“¿Cómo te arruinaste?”, pregunta un personaje a otro en la novela ‘Fiesta’ de Hemingway. “De dos maneras. Gradualmente, y luego de repente”, responde el aludido.
Occidente está ya en la segunda fase: hay prisa por deshacer milenios de civilización occidental, como si estuviéramos preparando una mudanza. En realidad, se diría más bien que tenemos urgencia por extinguirnos.
Creo haber dicho ya que, con ser importantes, la economía, la política y aun la furia destructiva que es una guerra total son nimiedades comparadas con el sexo para el destino de una sociedad.
“Alemania y Japón sufren una crisis demográfica que les aboca a la extinción… lo que no pudo la saña bélica lo está consiguiendo la opulenta paz”
La Alemania vencida fue aplanada por los bombardeos después de verse obligada a defender sus últimas posiciones con niños en armas; Japón fue objeto de los dos únicos bombardeos nucleares de la historia, que palidecen en capacidad destructiva a los bombardeos convencionales que sufrió su capital, Tokio.
Pero ambos países surgieron de sus cenizas para convertirse en la segunda y tercera potencia económica en su día. Hoy, gozando de décadas de paz y nadando en la prosperidad, sufren una crisis demográfica que les aboca a la extinción. Lo que no pudo la saña bélica lo está consiguiendo la opulenta paz.
Y todo gira, ya digo, como en esas películas de la Transición, en torno al sexo. Este desierto demográfico en que nos movemos, con su necesidad de importar población de regiones remotas con valores incompatibles y las cuentas de las pensiones que no cuadran, es hijo directo de esa Revolución Sexual de finales de los Sesenta.
Se anunció como la alborada de una era de felicidad y armonía. Rompe la unidad básica de la familia -hombre, mujer, hijos de ambos- y habrás destruido una civilización más eficazmente que con cien bombas nucleares.
Lo primero fue facilitar el divorcio, vincular materia tan grave como la de ‘fabricar’ seres humanos y prepararles para la vida con el capricho del momento. De ahí a darse cuenta de que “se nos rompió el amor de tanto usarlo” solo había un paso. Y, naturalmente, se dio.
Se reaccionó a una actitud frente a la homosexualidad que era poco comprensiva y cruel con una cuasi divinización que parió muchos monstruos, uno de ellos un grupo de presión siempre sediento de castigos y represión del ‘heteronormativo’, de modo que ha pasado de ser, por decirlo con palabras de Oscar Wilde, “el amor que no se atreve a decir su nombre” a convertirse en el estilo de vida que no se calla ni debajo del agua.
Pero, ya digo, hay prisa, y la pendiente deslizante se hace más y más veloz. Lo ‘trans’ es ya casi arcaico, misión cumplida, y ya no se trata de tratar como mujer a quien, al menos, lo parece vagamente, sino a quien lo afirma, haciendo depender algo tan serio y milenario del capricho de un momento e incluso del fraude puro y duro, hijo de alguna conveniencia.
Hay que quemar etapas. Los siguientes ‘tabúes’: el incesto y la pedofilia. Y en eso estamos.
Para hacer tragar a la sociedad lo intragable no esperen sesudos tratados o rigurosos estudios científicos. Es más eficaz el machacón goteo de los medios y unas cuantas películas de casos lacrimógenos.
El Mundo abre fuego con el primero: ‘El amor, incesto y embarazo de los hermanos Parra’, una historia como pintiparada para vender el último salto hacia la decadencia.
Todos sabemos, creo, cómo funciona el asunto a estas alturas: se aprueba una medida a partir de un historia límite y se aplica abrumadoramente a lo que no tiene por asomo nada que ver.
Todo es positivo, bonito, luminoso en el relato de los Parra; hasta ellos son jóvenes, sanos y guapos y, después de todo, se conocieron ya de adultos, y solo son hermanos de padre.
Ese es el ojo de la aguja que se ensanchará hasta que pase el camello entero. ¡Lo hemos vivido ya tantas veces antes…!
Esa cadena tan prestigiosa en su día que es la BBC, hoy convertida en ‘cruzados’ contra Occidente, sus pompas y sus obras
Del segundo se han ocupado varios con sospechosa insistencia en estos dos últimos años. La última, esa cadena tan prestigiosa en su día que es la BBC, hoy convertida en cruzados contra Occidente, sus pompas y sus obras. ”Los pedófilos necesitan ayuda, no condena; yo debería saberlo’, es el título de la pieza. Y el autor debería saberlo porque es uno de ellos.
En eras más racionales, quien se veía afectado por un fenómeno, perjudicado o beneficiado por el resultado de lo que defiende, solía considerarse el último capacitado para hablar de él con imparcialidad. Pero antes es antes, y ahora es ahora.
Los pedófilos que escriben para ‘normalizar’ su tendencia, naturalmente, se presentan como “no activos”. Sensatamente, porque en todos los códigos de nuestro entorno sigue siendo un delito el abuso de menores.
Pero se trata de un criterio no solo de prudencia elemental, sino de especialización, porque mientras estos escriben para que se ‘comprendan’ sus impulsos, otros presionan para que se rebaje o elimine la edad de consentimiento de relaciones sexuales. También esa estrategia la conocemos hasta el aburrimiento.
Y aún hay una tercera pata, que también sufrimos todos los que tenemos hijos, empeñada en sexualizar a los niños desde edades muy tempranas, animándoles cuanto antes a ‘explorar’ su sexualidad, su identidad sexual y su orientación, que no puedes saber que no te gusta si no lo has probado.
Occidente se está cocinando la tormenta perfecta, y nuestros -escasos- descendientes se tendrán que comer el guiso.
Occidente se destrulle a si mismo. NOSERA DESTRUIDO, POR LO EXTERIOR SINO DESDE SU INTERIOR.