“Papis” insoportables: La nueva pesadilla de los docentes
FUENTE: WEB DEL MAESTRO
Cómo detectar cuando mamás y papás interfieren en el rol del docente y perjudican la formación de sus hijos. La disputa de competencias entre un profesional y otros adultos se traslada a la escuela.
Mariela es maestra de educación inicial y trabaja enun jardín de infantes privado de Barrio Norte. Dice que su peor error fue darle su celular a las madres que lo pidieron.
“Tengo una sala de tres años, llevo poco tiempo en la docencia y trato de ser colaboradora. No sabía lo que me esperaba. Una mamá me escribía a cada rato pidiéndome fotos de su hija. Quería saber qué hacía, cómo se portaba, todo eso mientras la nena estaba en clase. Como comencé a negarme, la mamá se quejó con las autoridades de la escuela y me responsabilizó por su decisión de cambiar a su hija de jardín. Fue un mal momento para todos”, cuenta a LA NACION.
Mónica enseña en una escuela privada de Palermo. Hace unos años, en una reunión de padres de segundo grado comunicó que los chicos debían comenzar a escribir con lapicera con cartucho de tinta. Una mamá le dijo que no estaba de acuerdo, que era mejor la birome porque no manchaba el uniforme y que, como ella pagaba la cuota, podía elegir.
La maestra explicó por qué el primer trazado con tinta se hace con una lapicera con pluma. Como la respuesta no la conformó, a partir de ahí la mamá se convirtió en un problema para la docente. Objetó todas sus decisiones, buscó complicidad en otros padres envió notas al director y cartas a la Supervisión cuestionando su desempeño. “No había caso, no quería escuchar. Sólo quería que se atendiera su protesta”, cuenta la maestra, que recibió el respaldo de la institución y aún conserva su trabajo.
La falta de respeto a las normas de convivencia en distintos ámbitos y la disputa de competencias entre un profesional y otros adultos forman parte de un comportamiento social que se traslada también a la escuela. Los especialistas señalan que, según las experiencias recogidas, suele tratarse de casos en los que los hijos tienen mayor control sobre sus padres, lo que provoca que estos se vuelvan incapaces a la hora de visualizar errores o acciones incorrectas en ellos.
¿La recomendación? que los maestros dediquen más tiempo a explicar a esos padres las decisiones que afectan a sus hijos. Aunque cueste.
Cuestión de autoridad
Pero la realidad es más complicada. Nora Salgado, Directora de la Escuela N°1 de Liniers, destaca tener “una comunidad educativa muy participativa, pero que también incluye padres que cuestionan todo al docente y a la escuela”.
“Esto comenzó a verse estos últimos diez años. Antes veían a un maestro con su guardapolvo blanco y lo respetaban. Ahora se olvidan que están frente a un profesional”. Para Salgado, se rompió la alianza entre el docente y los padres. “Vengo de una generación en la que los padres eran aliados de los docentes en la educación de sus hijos. Hoy eso se ve cada vez menos. Hoy muchos padres ponen la palabra del chico por sobre la de su maestro. Tuvimos casos donde los alumnos esconden o pierden a propósito la prueba donde fueron mal calificados y los padres le creen a ellos en lugar de creerle al docente. También debaten sobre las evaluaciones o sobre las normas de convivencia de muy mala manera, al punto de que hubo mamás que insultaron al docente de sus hijos delante de ellos”, recuerda.
Otro problema se da cuando los padres intentan manejar la dinámica de la escuela. “Hoy, con los grupos de Whatsapp, los padres pueden modificar la rutina escolar. Cualquier mentira volcada en ese grupo se vuelve verdad. Ya pasó que alguien escribió en el chat que una maestra iba a faltar y que ese grado no tenía clases. Como consecuencia, al otro día faltaron más de diez alumnos y la docente había venido a trabajar”, cuenta la directora, y remarca: “Todo esto nos lleva a tener que poner cierta distancia con los padres”.
Según Salgado, esto sucede porque “en la escuela aún existen normas de convivencia y cierta disciplina y a los padres cada vez les cuesta más tener autoridad frente a sus hijos. Es muy común escucharlos decir que ya no saben qué hacer con ellos. Entonces esperan que la escuela resuelva todo”.
A los golpes
Natalia trabaja hace 12 años como maestra en una escuela pública de Flores. Varias veces tuvo que enfrentar a padres enojados porque los chicos se peleaban. “Es bastante común que en un grado tengamos algún chico con problemas de conducta, pero hace tres años tuvimos un alumno muy agresivo que tuvo que ser tratado con profesionales de los equipos de orientación escolar porque golpeó reiteradamente a sus compañeros. Tratamos el caso con todos los padres, que en su mayoría entendieron, pero hubo dos madres que venían todos los días a pedirnos que lo expulsáramos, algo que la escuela no iba a hacer. Les aclaramos que estábamos dándole un tratamiento especial para mejorar su conducta, pero no se conformaron. Fue tan conflictivo todo que una mañana estas madres enojadas agredieron a la mamá del alumno en la puerta de la escuela, a la vista de todos”.
Esta problemática también se convirtió en un reclamo gremial. Raúl Sánchez Albertti,Secretario General del Sindicato de Educadores de Buenos Aires, demanda que el Estado entienda, comprenda y articule las relaciones con la familia. “Hoy los docentes nos encontramos muy desprotegidos porque no existen políticas públicas que definan la articulación entre la institución escolar y la comunidad”, explica.
Situaciones más extremas llevaron a varias provincias -entre ellas Buenos Aires y Mendoza- a debatir normativas para resguardar la seguridad de los docentes. Nadie niega el derecho de los padres a quejarse si encuentran que algo funciona mal en la escuela o con el docente de sus hijos, pero es necesario que conozcan los canales de diálogo y alternativas existentes para abordar esos problemas.
Andrea Bruzos, Subsecretaria de Coordinación y Equidad Educativa del GCBA, destaca el trabajo de los “Facilitadores de Convivencia”. Se trata de docentes -algunos, miembros de equipo de conducción de las escuelas- capacitados para desarrollar los consejos de convivencia escolar de los que participan los padres de cada institución.
Caja de resonancia
Para Bruzos, “la escuela es una caja de resonancia de lo que pasa afuera y nosotros creemos que no se debe romper el lazo de la escuela con la familia”. Además, agrega que “siempre sugerimos a los padres que hablen su problema en la escuela y si es necesario que sigan los canales institucionales. Para eso contamos también con equipos de convivencia saludable, que están a disposición de todas las escuelas”.
La funcionaria reconoce que “en muchos casos los padres no quieren escuchar la explicación que la escuela tiene para dar ni su descargo, lo que hace más complejo abordar el problema”, y añade que “en general, las quejas de los padres no provienen por temas estrictamente educativos, como la enseñanza de lengua o matemáticas, sino por los límites que marca la escuela. Muchos se enojan cuando el docente apercibe oralmente a su hijo porque no les gusta, pero deben respetar los roles”.
Prevenir
Para Gustavo Iaies, Director de la Fundación CEPP, hay que buscar la forma de prevenir. “Se debe empezar el año acordando un modo para anticiparse al conflicto y, una vez acordado, cumplirlo. Pero la escuela tiene que definir la comunicación antes de que los padres se conviertan en los abogados de los pibes”, explica.
Iaies resalta la necesidad de “volver a recuperar un orden, fijando los derechos de cada uno, incluso el de los padres”, y remarca que “el problema es que venimos de años de tareas enmarañadas y eso confunde a los alumnos. La idea es que más allá de su condición de adultos, los padres sepan que no son pares de los docentes. Que deben respetar su lugar y eso es un modelo que debe servir para los chicos”.
Docentes, especialistas y autoridades coinciden en reconocer que están frente a un proceso novedoso y difícil de resolver. Será tarea de todos ellos hacerlo, pero sin dudas necesitarán también la colaboración de los padres.