Enséñame a ser como tú: La identidad masculina
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“ES NECESARIO UN HOMBRE PARA EDUCAR UN HOMBRE”
Meg Meeker
Fuente: buildingourfamily.org
Por: Edgardo Piedra
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La frase con la que inicio este breve artículo, de la pediatra norteamericana Meeker, hace referencia a la situación ideal (y natural) de la presencia del padre biológico en la vida de un chico. Es claro, que si por cualquier circunstancia no está la figura paterna, es necesario que los muchachos tengan un buen modelo masculino (tío, abuelo, vecino, profesor, etc.) que aporte esos elementos propios de lo masculino en la educación de los varones.
A los hombres nos caracteriza poseer una naturaleza que necesita ser reconocida y aceptada donde la energía, la fuerza y la rudeza son el pan de cada día. No es casualidad que las sagas de películas que tienen que ver con deportes rudos, vehículos “rápidos y furiosos” o de acción en general, tengan como mercado meta a los varones jóvenes. Es precisamente aquí, en esa natural descarga de testosterona, donde la figura paterna debe detectar, encauzar y ordenar con autoridad, porque los comportamientos violentos y agresivos son aprendidos.
Para el psicólogo italiano Osvaldo Poli una clave esencial es el descubrimiento de lo que denomina el “instinto paterno” que pese a que existe desde siempre al igual que el “materno”, ha sido histórica y culturalmente infravalorado ante la innegable grandiosidad e importancia de la madre.
Para Poli, este “instinto paterno” no se limita a proveer solo lo material, ni es paternalismo, ni autoritarismo, ni mucho menos machismo. Es un trato de calidad y calidez en las relaciones padre-hijo, un aporte cariñoso pero firme, alejado de sentimentalismos, muy propio de lo masculino. Construir la relación paterno-filial basada en este “instinto” permite a los chicos desarrollar virtudes y habilidades sociales basados en la guía, disciplina y cariñosa exigencia de papá.
Desde esta visión, la formación del padre a su hijo se basa en una autoridad firme, resultado de su ejemplo de vida, que le permite dar reglas que facilitan su bienestar, le otorgan protección, seguridad, esperanza en el futuro y manejo constructivo del fracaso. Estos dos últimos aspectos se derivan del aprendizaje que el padre da a partir en su experiencia de vida. Pues, así como el niño confía en la fortaleza y seguridad de papá cuando le asegura que no“hay monstruos en el closet” o no debe temer a la oscuridad; el adolescente se siente muy reconfortado cuando estando triste porque su novia lo dejó afirma lleno de esperanza: “el viejo me dijo que su primera novia también lo mandó a volar y hoy… es feliz con mamá”.
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